Mi Xristo

(Objeto ritual, Transmedia, 2024)

Mi Xristo es una obra–objeto transmedial que articula materia, hallazgo y procedimiento técnico como una única operación simbólica. Funciona como reliquia activa, mediador ritual y archivo material de un sincretismo histórico aún en disputa.

La obra está constituida por una forma natural de madera hallada en la Isla Martín García, en un área de matorral próxima al antiguo cementerio indígena. La pieza se encontraba a la intemperie, húmeda y en avanzado estado de degradación. No se trata de una figura tallada ni de una escultura producida: la forma no fue hecha, fue reconocida.

La singularidad estructural del objeto es decisiva. La madera presenta dos caras legibles: en una, la morfología configura una cruz cristiana; en la otra, la misma materia revela una cruz araucana de cuatro puntas, asociada a la Cruz del Sur. No hay intervención escultórica posterior que imponga esta doble lectura: ambas cruces están implícitas en la estructura natural. La operación de Aonekken María no consiste en producir la forma, sino en verla.

El hallazgo no responde a una búsqueda programada ni a un recorrido arqueológico planificado. La aparición del objeto se produce a partir de una experiencia onírica previa y de un desplazamiento corporal no racionalizado dentro del territorio. Una fuerza condujo el cuerpo de Aonekken María hacia el interior del matorral, atravesando ramas y espinas, hasta que el movimiento se detuvo abruptamente. Allí, en el suelo, la pieza reposaba entre restos vegetales, dispuesta de manera casi ritual, como en un pequeño pesebre impropio. No fue encontrada: se dejó encontrar.

Este modo de encuentro —recurrente en la práctica de Aonekken María— desplaza la lógica extractiva clásica y propone, en cambio, una relación de llamado. La materia aparece cuando ciertas energías históricas, espirituales y territoriales entran en resonancia. La magia aonekken no consiste en fabricar signos, sino en reconocer configuraciones latentes en la materia.

En Mi Xristo, esa resonancia se condensa en una operación de sincretismo activo. La cruz cristiana y la cruz araucana no se superponen ni se jerarquizan: coexisten en un mismo cuerpo material. Esta coexistencia no funciona como metáfora conciliadora, sino como evidencia concreta de una historia de contacto, apropiación, negociación y comercio cultural.

El título mismo —Mi Xristo— retoma una expresión documentada en los relatos de viaje del siglo XIX, cuando María la Grande nombra su figura ritual cristiana como una posesión personal, utilizable y negociable: “¿Quiere mirar mi Cristo?”. La cruz deja de ser símbolo dogmático para convertirse en objeto relacional, mediador entre espiritualidad, poder y mercado.

La obra se inscribe así en una genealogía histórica precisa: la del sincretismo indígena–católico en el territorio patagónico, donde la evangelización no operó únicamente como imposición, sino también como campo de apropiación estratégica. Mi Xristo encarna ese gesto: tomar la iconografía del invasor, metabolizarla y reinsertarla en una cosmología propia.

El tratamiento de conservación aplicado a la pieza forma parte constitutiva de la obra. Dado su estado de empapamiento y fragilidad, se optó por un método no acuoso de consolidación acetona–colofonia, utilizado en contextos de arqueología subacuática para objetos altamente degradados. El procedimiento permitió estabilizar la estructura interna de la madera sin alterar su forma ni su lectura simbólica, sustituyendo el agua retenida en la lignina por una resina natural de pino. El resultado es una pieza mecánicamente estable, con oscurecimiento mínimo y sin pérdida de material.

Lejos de ocultarse, este proceso técnico se incorpora al discurso de la obra: conservar es también decidir qué sobrevive. El procedimiento no restaura la cruz a un estado original idealizado, sino que fija su condición de resto activo, de objeto atravesado por el tiempo, la humedad, el abandono y la intervención humana. En este sentido, Mi Xristo funciona como un archivo material, donde técnica, historia y mito se sostienen mutuamente.

Dentro del universo de Aonekken María, Mi Xristo ocupa un lugar nodal. Anticipa el sistema ritual que se desplegará en obras posteriores y establece un eje fundamental: la espiritualidad como territorio de disputa, comercio y recomposición identitaria. La cruz no es aquí emblema de sacrificio ni promesa de redención trascendente, sino instrumento de reconquista simbólica.