“Kačowel”
(Óleo s/tela, Arte Transmedial, 2025)
Kačowel es registro material del ritual “Quiere mirar mi Cristo”. Es una acción colectiva de intercambio, marca y apropiación.
El título proviene del aonekko ‘a’ien: kačowel significa uña. El término remite a una acción primaria del cuerpo: rasguñar, retirar, presionar, dejar huella. No es la mano abierta ni el gesto expansivo, sino el punto de contacto preciso donde la materia es desplazada. En esta obra, kačwel nombra el principio operativo del rito: la marca que se produce no por agregar, sino por sustraer.
La obra surge de un ritual realizado por Aonekken María en presencia de participantes dispuestos al intercambio. Durante la ceremonia, Aonekken María deposita pintura blanca en las palmas de las manos de quienes participan. Cada persona es invitada a retirar materia con el dedo, trazando una cruz en negativo: la pintura no se suma, se extrae. La cruz aparece como ausencia, como espacio vaciado, como huella del gesto.
Luego, los participantes se disponen frente a un gran lienzo suspendido y comienzan a imprimir esas cruces sobre la tela. El soporte se va construyendo por acumulación de marcas, repeticiones, insistencias. Cada cruz es distinta, cada presión varía, cada retirada deja un rastro singular. La tela se convierte así en un campo de fuerzas donde la iconografía no se representa: se activa.
Al finalizar, Aonekken María toma pintura roja desde un cáliz. La esparce sobre su propia mano y, en un gesto deliberadamente apropiativo, imprime su mano en la parte superior central de la obra. Es un acto de asunción. La mano roja marca la presencia de quien conduce el rito y, al mismo tiempo, se integra como una huella más dentro del sistema de marcas.
Kačowel trabaja con materiales y procedimientos coherentes con el resto del proyecto: óleo y pigmentos naturales preparados de forma tradicional, aplicados sobre tela de algodón sin tratamiento industrial. La materia conserva su densidad, su opacidad, su resistencia. No hay efecto pictórico ornamental: hay peso, hay fricción, hay cuerpo.
La obra se inscribe en una genealogía ritual que dialoga con los registros históricos del siglo XIX —en particular los relatos de Fitz Roy sobre los usos rituales de la cruz—, pero no los ilustra. Los desplaza hacia un presente donde la cruz deja de ser emblema dogmático para funcionar como gesto repetible, negociable, transferible. En este contexto, la pintura no es símbolo: es sustancia de intercambio.
Kačowel es un bien de comercio ritual, producido cada vez que el rito se activa con nuevos participantes. Cada versión de la obra es distinta porque depende de los cuerpos, de la presión, del número de cruces, del tiempo compartido. No existe original único: existe continuidad de práctica.
Aquí, la apropiación cultural se ejerce.
La cruz se rasguña, se retira, se imprime.
La mano marca. La uña inscribe.
Kačowel afirma así una lógica central del proyecto Aonekken María: la resistencia es capacidad de dejar huella sin desaparecer.