“axčom šajn”

(Arte Transmedia, 2025)

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Axčom šajn registra el ingreso ritual de Aonekken María al territorio, articulado a través de una secuencia de desplazamientos físicos, espirituales y simbólicos por distintos aike —lugares elegidos— del sur.

La obra se inicia en los médanos de Bahía Creek, donde Aonekken María aparece a lo lejos, de pie, en posición espiritual guerrera. El paisaje funciona como umbral: un territorio abierto, móvil, ancestral. El cuerpo se presenta en estado de alerta ritual, como quien ha sido llamada. Este primer aike establece el tono de la obra: no hay contemplación, hay ingreso.

Una voz —hablada en lenguas híbridas— convoca a Aonekken María a desplazarse hacia otro punto: la iglesia de Carmen de Patagones. Allí, el video registra el altar con la imagen de Nuestra Señora del Carmen (reliquia de 1779) y la figura del beato Ceferino Namuncurá. Aonekken María se persigna ante la cruz y luego aparece de espaldas al altar, mirando el mar. El gesto articula fe, territorio y tránsito.

En la siguiente escena, Aonekken María viste una campera de cuero estilo militar, con un parche de las Islas Malvinas en la espalda. La imagen activa una doble referencia histórica: el desembarco de María la Grande en las islas y la noción contemporánea de reconquista, ya no militar, sino simbólica, territorial y espiritual.

El recorrido continúa en las Salinas del Gualicho. Allí irrumpe una voz masculina de autoridad religiosa, arengando con tono inquisitorial, acompañada por aplausos. La escena se quiebra cuando se escucha la voz de María la Grande, que da la bienvenida a Aonekken María. Esta asciende sobre un matorral, con el brazo elevado, sosteniendo un palo de madera extraído de la salina, cuya forma remite a un revólver. El gesto no es literal: es simbólico. La herramienta del territorio se transforma en emblema de poder.

Aonekken María avanza entonces como jefa de un ejército, firme, con paso decidido y mirada de victoria, mientras se escucha a María la Grande realizar un conjuro de guerra. En esta secuencia aparecen imágenes de Aonekken María extrayendo del médano y de las sales del Gualicho una forma de dragón incinerado, figura que quedará latente para desarrollos posteriores del proyecto (Kopawe).

Al finalizar el conjuro, Aonekken María pronuncia la palabra “Manco”, en homenaje a la obra de José Manco cantada por María Machao, una de las últimas hablantes aonikenk. A partir de ese momento, Aonekken María encarnada comienza a entonar su propio canto: alaridos que conectan directamente con su linaje ancestral indígena.

La narrativa visual se fragmenta y se intensifica: Aonekken María cae en los médanos; aparece saliendo de la iglesia; recibe el embate del viento del desierto; abre las manos hacia el mar desde lo alto de un acantilado. Lleva los aros con medallas de la Virgen, como los que usaba María la Grande. La energía marina irrumpe como fuerza voluptuosa y desbordante.

Se la ve luego intentando ascender un médano inmenso. Por momentos, el cuerpo aparece inconsciente; por momentos, aturdido por la tormenta de arena. Surgen imágenes de la Luna llena en Acuario, de la sal del Gualicho, y la voz de María la Grande vuelve a oírse, ahora en español. Pronuncia: “La Arena Dorada”.

Aonekken María golpea con su puño el sol en el cielo. Aparece la escultura de la Virgen del Carmen con el niño en el exterior del templo parroquial. Luego, Aonekken María es vista desde abajo, en la cima de un médano, recibiendo a sus ancestros desde el cielo. Se la ve abrazada al médano, y luego junto al Sagrado Corazón de Jesús dentro de la iglesia. La voz de María susurra: “él guía su corazón”. Luego: “las estrellas brillan iluminando el sendero”.

En la secuencia final, Aonekken María lucha nuevamente por ascender el médano en medio de la tormenta. Al llegar arriba, mira a cámara. Se escucha: “María corre fuerte, nunca siente el desespero”. Aonekken María corre. Aparecen imágenes del dragón alzado, murmullos, la piel, la tierra, la esperanza. La arena vuela. El médano. Aonekken María recolecta arena y sale de la iglesia arengando al cielo.

La arena dorada funciona así como una obra de tránsito y consagración, donde fe, guerra, paisaje, memoria y cuerpo se funden en una coreografía ritual. El territorio no es fondo: es agente. El cuerpo no representa: encarna. Aquí, Aonekken María ingresa, es probada y se afirma.